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Un corazón en invierno

Romance. Drama Stéphane y Maxime fabrican y reparan violines y otros instrumentos de cuerda. Un día Maxime le confiesa a su amigo que se ha enamorado de Camille, una joven y bella violinista. Los primeros encuentros entre Camille y Stéphane son fríos, pero poco a poco ella empieza a sentirse atraída por el frío e imperturbable socio de su novio. (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
15 de junio de 2013
48 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película la música no es accesoria, como muchos pueden creer, sino que es parte esencial de la misma. El personaje principal es un homenaje rotundo a la persona de Ravel: el hombre solitario, enfermizamente tímido, que adora los mecanismos, que ama a la música porque "es un sueño". Un sueño frágil, casi de cristal, pero en el que cabe todo cuanto amamos y todo cuanto somos incapaces de convertir en otra cosa que no sea música.

Esta historia no es una historia de cobardía, no es una historia de amor, no es una historia de seducción ni es una historia de la indiferencia; sino una historia sobre la impotencia humana y cómo se sublima en la música. La impotencia de Stéphane para amar, que es la misma impotencia que le llevó a dejar el violín y a retener su frío corazón de invierno entre la soledad, los mecanismos, el silencio y la escucha distante de esa música de Ravel que se erige frágil y hermosa como un palacio de cristal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sabir
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25 de septiembre de 2007
52 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay humanos tan delicados y desapasionados que más bien parecen vegetales. Este es el caso de Stephane (Daniel Auteuil), un hombre que ni siente ni padece sentimientos tan humanos como el amor sexual o la amistad. ¿Será por religiosidad-castidad, por complejo psíquico, por homosexualidad de la que se avergüenza, por castración, por asqueamiento filosófico de la vida, porque tiene un cáncer que no quiere comunicar a nadie? ¡Por algo debe ser!, todo tiene detrás alguna razón o razones; pero el director no nos las descubre. La cuestión es que es un personaje completamente raro y delicado, un artesano reparador que ayuda a los músicos a mantener activos sus juguetes, la personificación de la delicadeza, de la sensibilidad, un genial acompañante que escucha y aconseja, una especie de grabadora o anotador en quien depositar confidencias, pero sin esperar sacarle un mínimo de pasión, de compromiso fogoso, aventurero o explosivo. Se puede contar con él para muchas cosas, hasta para la compasión que otros no son capaces, pero no para amar. Este hombre más que tener el corazón en invierno lo que lo tiene es la vitalidad enterrada en el hielo de la Antártida indiferente. ¡Qué patética y antiamorosa es la indiferencia! Sin duda es mucho mejor la pasión carnal, por muy quebrantadora que resulte a posteriori, mil veces mejor que una vida como la de Stephane, un hombre sin sal ni especias vitales, y lo que es peor aún: sin vitamina E, que por no admitir no admite ni siquiera unas gotitas vitalistas de aceite de oliva!

Si el director lo que ha pretendido es rodar la historia de un indiferente desapasionado, cuya vida es una especie de asepsia precisamente sin vitalidad, lo ha logrado de pleno y con rigor notable.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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31 de agosto de 2007
74 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué puede haber más estirado que una pandilla de franceses?
Una pandilla de franceses aficionados a los violines.

Coñas a parte, Un corazón (de melón) en invierno es una croqueta certificada, que cumple a rajatabla las Cuatro Reglas de Oro del Cine de Autor (CROCA), pero resulta entretenida y tanto los personajes como la trama suman varios puntos extra en el terreno de la comedia involuntaria.

El prota es más soso que la sopa de un hospital, pero a) la nariz se le va graciosamente para un lado y b) es capaz de aguantar durante tanto rato la mirada -mirada de cordero degollado, concretamente- que termina dando morbo a las chiquillas.
La guapa de la peli es muy guapa y muy lista, faltaría más, y toca el violín y es casi perfecta... pero no se le da muy bien aceptar calabazas (supongo que, como todo, esto es cuestión de práctica y que se le daría mejor si no tuviese eso ojazos y ese culito).
Para completar el glamouroso triángulo hay también un tipo que se supone que es un elegante triunfador, pero que cuando se enfurece golpea con la mano abierta, lo que, por decirlo finamente, nos parece una forma de golpear un poco afrancesada.
Y los demás personajes no dejan de ser caricaturas andantes de la intelectualidad europea, y discuten sobre lo deleznable que resulta la banalización del Arte, que parece que uno va al Louvre hoy en día y no se encuentra más que turistas españoles, qué grima, madre mía del amor hermoso.

Y va Claude Sautet y hace que estos bichos se enamoren, más o menos, por decir algo, al menos hay un poco de enamoramiento platónico, o una atracción rara o un cosquilleo estomacal o un queseyó, quizá son las alubias del almuerzo que buscan una salida.

Nota: un notable bajo.
Listocomics Puntocom
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19 de julio de 2006
39 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene todos los ingredientes para no gustarme, pero están cocinados con tanta delicadeza que me resulta imposible no sucumbir a las miradas que entrecruzan Camille, impulsiva pero frágil, y Stephane, un hombre incompresiblemente –o quizás no tanto si nos montamos nuestras suposiciones– empeñado en negarse a sí mismo sus propios sentimientos.

Absolutamente preciosa es la escena en que Camille se equivoca continuamente durante el ensayo.
jastarloa
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14 de enero de 2009
34 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre solitario, sensible, extraño, sin demasiado atractivo salvo en su insondable misterio, poco dado a las relaciones sociales, pero un ser humano al fín y al cabo, por tanto con la inherente necesidad de ser amado.

Una mujer con talento, sensible, hermosa hasta decir basta, con éxito en su profesión (violinista), delicada como una exquisita pieza de lencería , cuerpo de orfebrería adiamantada, pero con un vacío interior.

La mujer se siente atraída por ese hombre. Lo que le atrae es su aparente indiferencia. Al hombre le atrae la idea de la seducción pero poco más , no parece que esté capacitado para amar. Yo creo que si lo está , pero no se atreve , convirtiéndose en una víctima de sí mismo, de su timidez o de su idiotez , no lo tengo claro.

Película preciosa. Historia fría y asepticamente desgarradora. Así es la vida a veces.

Un corazón con muros , el batiscafo del abismo averiado en una esquina de un alma invernal, la nieve que lo va cubriendo todo hasta llevarnos levemente de la mano hacia la nada quebrada de lo incomprensible.
morrissey
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